27 años
gobernación de Tulkarem (campo de refugiados)
Esta fue mi agonía antes de ir a ninguna asociación o pedir ayuda. Mi marido es una mala persona, en todos los sentidos de la palabra, me pegaba y hacía daño, pero nadie de mi familia se preocupaba, me humillaba delante de su familia y quería que yo fuese una criada para su madre. Además de que me encerraba en casa y recibía insultos y humillaciones por parte de él y de su familia. Había días que me dejaba sin comer ni beber, llegaba tarde por la noche, me pegaba y destrozaba la casa en mi presencia y la de mis hijos. Hasta que de casualidad, conocí a alguien que me habló de la asociación de Protección Familiar.
Sentí que había nacido de nuevo y que ahora tenía un acta de nacimiento nueva. Me enseñaron que soy una persona y que, por lo tanto, tengo derechos y obligaciones. Me enseñaron que soy una persona que tiene derecho a tener una vida digna, una vida que puedo vivir, me han hecho sentir que, por primera vez, puedo tomar decisiones, que hay alguien que me respeta y que confía en mí y me apoya. Por primera vez, me siento segura, gracias a la existencia de la asociación.
Ellos son una verdadera familia para mí. No he podido divorciarme por varias razones, y, la más importante de ellas es que tengo cinco hijos, sin embargo, he podido detener la violencia, ganar confianza en mí misma y en mis hijos. He conseguido trabajar y decir la palabra «NO». Primero, he dicho que «NO» a mi familia y a la familia de mi marido. He podido sentirme persona, y ahora soy una superviviente y no una víctima. Ahora, he comenzado una vida nueva, con fuerza de voluntad y determinación, por ello ánimo a todas las mujeres a que sean como yo, que no se queden calladas. Esta soy yo, este es mi relato, esta es mi historia.